Facultad de Psicología
Universidad Pontificia de Salamanca
Fuente: REVISTA Nº4 ALAI-TP
Dentro de los trastornos de personalidad existentes es, quizá, el trastorno límite el más llamativo, inquietante y sorprendente, el que genera más dudas y el que, a lo largo de la historia, ha sido sometido a debates, dudas sobre su existencia como trastorno independiente, maltratado como un compendio de síntomas, calificado como cajón de sastre donde todos los síntomas caben... en fin, que es probable que haya sido una de las alteraciones que más quebraderos de cabeza ha traído tanto a pacientes como profesionales y familiares. Es la existencia de foros como esta Asociación Levantina de Ayuda e Investigación de los Trastornos de la Personalidad y otras Asociaciones similares donde se puede ir construyendo una plataforma que dé relevancia a las investigaciones y estudios sobre los trastornos de la personalidad en general y el TLP, por lo que siempre es un honor colaborar en cualquier medida con ellos.
Todas las personas hemos
de funcionar en la vida poniendo en marcha una serie de mecanismos de
defensa o de afrontamiento que hagan de escudo ante las circunstancias
adversas con las que nos podemos ir encontrando. Es como nuestra “piel
psíquica”, que se adapta a la distinta temperatura ambiente o a los
rayos del sol para que nuestro organismo no quede dañado. De la misma
forma, un psiquismo sano, sin conflictos y sin alteraciones aparentes
(aunque, en realidad, ¿quién no tiene algún punto conflictivo dentro de
sí?) ha de emplear una serie de estrategias que le ayuden a vivir y
disfrutar de la vida en su sentido más pleno. Hago este comentario
introductorio porque tradicionalmente se ha tendido a patologizar el
concepto de defensas, considerando la puesta en marcha de éstas como un
proceso perteneciente a distintos niveles de trastornos mentales: si
excluimos la sublimación, el resto de los mecanismos defensivos
propuestos primero por Freud y sistematizados más tarde por su hija Anna
pertenecen al ámbito de lo “anormal” poniéndose en liza el asunto de
los mecanismos primitivos (identificados con lo psicótico) frente a los
más evolucionados (o neuróticos). Pero vayamos por partes.
Es necesario tener en
cuenta que los pacientes con TLP son personas que sufren, que tienen los
sentimientos a flor de piel, que perciben la realidad de una forma muy
concreta y que ante determinados acontecimientos frustrantes su
capacidad de afrontamiento se ve mermada. Por lo general, el suceso que
encierra más amenaza para estas personas es el abandono, el ser
abandonado por alguien querido o relevante para él/ella supone el perder
su identidad como persona, el no ser nadie, el vacío y el dolor
irresistible. Es esta intolerancia a la soledad o a su mera posibilidad
lo que le hace poner en marcha todo su arsenal defensivo para entrar en
el combate que supone el día a día. Los pacientes borderline (como
todos) necesitan defenderse ante lo que les hace daño y es por ello por
lo que despliegan una serie de procesos, en su mayoría inconscientes,
que les ayude con esta tarea.
Situándonos en una
perspectiva psicoanalítica clásica, el autor que ha realizado una
sistematización mejor de los mecanismos defensivos puestos en marcha por
los sujetos con trastorno límite de la personalidad es Otto Kernberg
(1975, 1984), considerando este aspecto uno de los puntos clave para el
diagnóstico. Para él (y la mayoría de los psicoanalistas) la escisión y
sus mecanismos asociados, como la idealización, identificación
proyectiva, negación, omnipotencia y devaluación, protegen al paciente
límite del conflicto intrapsíquico, pero acarrean el precio de debilitar
la fuerza del Yo, reduciendo su capacidad adaptativa y su flexibilidad.
De esta forma, el empleo sistemático de defensas resta frescura y
fuerza a la personalidad del sujeto.
Aunque, como hemos
dicho, los mecanismos de defensa han sido puestos de manifiesto por los
modelos dinámicos, otras modalidades terapéuticas y otros autores no
psicoanalistas han hablado de la importancia de este tema en estos
pacientes, llamándolos de otra forma pero refiriéndose a conceptos
similares. Los llamemos mecanismos de defensa, de afrontamiento, escudos
o como sea, vamos a revisar algunos de los más utilizados por los
sujetos límite.
ESCISIÓN
La escisión (splitting)
es considerada el mecanismo más primitivo existente, puesto que se pone
en marcha en los primeros momentos de vida del infante humano. En estos
momentos iniciales, el niño necesita separar radicalmente lo
gratificante de lo frustrante para ir organizando su mundo psíquico; si
no lo hace así, caerá en una situación confusional y no podrá defenderse
del peligro puesto que no sabrá de dónde procede. Es una estrategia
defensiva básica el ser capaz de situar con exactitud lo bueno y lo
malo, lo peligroso y lo inofensivo, lo placentero y lo displacentero. De
esta forma sabremos qué hacer en cada momento, de dónde viene el
peligro y nos podremos preparar para ello.
Desde una perspectiva
cognitiva, A. Beck (1990) y M. Linehan (1993) se refieren a la escisión
como pensamiento dicotómico o pensamiento del “todo o nada”,
considerándola una de las distorsiones cognitivas más frecuentes del
trastorno límite de la personalidad. En este sentido, el pensamiento
dicotómico tiende a ver la realidad en términos de categorías mutuamente
excluyentes y no en un continuo. Dicho de una forma práctica: para un
paciente con trastorno límite de la personalidad la realidad se
distribuye en blanco y negro, buenos y malos, conmigo o contra mí, todo
está escindido, distribuido en dos grupos extremos sin que haya zonas
intermedias. De esta forma una persona puede ser amada u odiada, pero es
inconcebible que pueda ser ambas cosas, no es posible que las personas
tengamos aspectos amables y bruscos, no es posible que te quiera alguien
que antes te ha echado una bronca...
De esta forma la
evaluación de las situaciones según términos extremos lleva a respuestas
emocionales y acciones también extremas, a cambios abruptos entre
estados de ánimo opuestos permitiéndoles obviar información que no
pueden tolerar. En este aspecto, el pensamiento típico del sujeto límite
se expresaría de la siguiente forma:
“Algunas personas son
buenas y todo respecto a ellas es perfecto. Otras personas son
profundamente malas y deberían ser severamente culpadas y castigadas por
ello” (Mason & Kreger, 1998, p. 55).
Pero la escisión,
pensamiento dicotómico o del “todo o nada”, puede manifestarse en otras
conductas perfectamente reconocibles en personalidades límite:
-
Con su dificultad de integrar los aspectos placenteros y displacenteros de la persona significativa, el color del sentimiento que tenga hacia él/ella vendrá dada por la última interacción que hayan tenido: si lo último que ha hecho con su pareja fue discutir, ésta (su pareja) será un ser absolutamente despreciable (y remarcamos absolutamente porque sus afirmaciones son tajantes, sin dejar resquicios, totalitarias).
-
Cuando hay un problema sólo hay una solución y, además, ésta es inmutable. No es fácil que estas personas puedan tener diferentes puntos de vista al mismo tiempo (aunque, como veremos, la inconstancia en su vida, ideas y opiniones es otra característica crucial).
-
Los esfuerzos suelen ser de tipo extremo: no son capaces de dedicar un espacio de tiempo a cada una de las tareas o cosas que tienen entre manos, sino que acometen una abandonando por completo las demás. Si están leyendo un libro, no hacen otra cosa hasta que lo acaban, o hasta que se cruza otra tarea y dejan inacabada la anterior (que suele ser lo más frecuente).
-
El sadismo y el masoquismo, tan frecuentes en estas personas, son reflejo también de aspectos escindidos del Yo.
-
Tienen la necesidad de que la naturaleza de las relaciones que mantienen con otras personas esté extraordinariamente bien definida: o es amiga/o de otra persona, o es su amante, o su compañero/a... pero no varias cosas a la vez.
-
Es un mecanismo de defensa que les ayuda a llevar mejor (temporalmente y a corto plazo) una situación que en ese momento es intolerable para ellos. Sin embargo es un tipo de pensamiento variable, que no está presente en todo momento, poniéndose en marcha sobre todo en situaciones de activación emocional.
Pero esa dicotomización
no está sólo dirigida hacia el mundo exterior y hacia los demás, sino
que estas personas también muestran visiones contradictorias
coexistentes e imágenes de sí mismas que alternan de día en día o de
hora en hora: por la mañana puede sentirse la reina del Universo, por la
tarde la mujer más desgraciada y más sola, todo en función de que
obtenga lo que necesita de los otros ya que su identidad se fundamenta
en su relación con las personas significativas.
La escisión se
produciría entre áreas o parcelas psíquicas, lo que impediría que
coexistan opciones diferentes y es que “dividir el mundo en bueno y malo
lo hace más fácil de entender” (Mason & Kreger, 1998, p. 57).
NEGACIÓN
Desde el punto de vista
psicoanalítico se contemplan dos tipos de negación, representantes de la
dialéctica mundo interno vs mundo externo:
-
Negación de la pulsión: prototipo de mecanismo neurótico, consiste en el rechazo de contenidos instintivos o pulsionales, sentimientos o deseos intolerables para el propio sujeto. Es una estrategia madura, evolucionada, que permite la plena adaptación de la persona a su realidad aunque con conflictos puntuales.
-
Negación de la realidad: Prototipo de mecanismo psicótico, se refiere al rechazo de la toma de conciencia de la realidad por ser extremadamente intolerable. Así, la esquizofrenia o los trastornos gravemente delirantes o alucinatorios serían los grados máximos de negación de la realidad. Pero no nos engañemos, por muy primitiva que sea esta estrategia, todos, en mayor o menor medida, hemos tenido que echar mano de ella, por ejemplo ante una noticia impactante (“¡no puede ser cierto!”), o cuando nos evadimos de la realidad y hacemos castillos en el aire, soñando con una situación ideal.
¿Y los pacientes con
trastorno límite de la personalidad? La negación de los pacientes límite
consiste en la incapacidad de reunir dos áreas de conciencia
emocionalmente contradictorias, realizando una función de reforzamiento
de la escisión. El sujeto se da cuenta de que sus percepciones,
sentimientos y pensamientos sobre sí mismo o sobre otras personas son
opuestos a los que había tenido en otras ocasiones, pero el recuerdo
carece de repercusión emocional y su memoria no puede influir en la
forma en la que siente ahora. Puede manifestarse como falta de interés,
la persona tiene clara conciencia de lo que está ocurriendo pero niega
su implicación emocional. Es como si su vida estuviera repleta de “cosas
que pasan”, no de cosas que él vive y siente.
Constituiría no tanto
una negación de la realidad ni una negación de la pulsión sino, más
bien, una negación de la emoción, convirtiendo a estas personas en una
especie de “inconscientes emocionales”.
Los episodios
micropsicóticos que padecen muchos pacientes con trastorno límite de la
personalidad, con experiencias alucinatorias y delirantes breves,
pasajeras y que no dejan defecto, en algunas ocasiones pueden responder a
una puesta en acción del mecanismo de negación de la realidad en su más
puro sentido. Podemos asistir, de esta forma, a una manera de poner voz
y forma a un miedo interno del paciente, al intento de rechazar el
vacío y el sentimiento de abandono. En el momento en que éste retoma el
control de la situación, el episodio remite y ya no necesita acudir a
estrategias defensivas.
IDEALIZACIÓN-DEVALUACIÓN
Los sujetos fronterizos
tienden a ver a los demás como extremadamente buenos o como
absolutamente perversos, apoyándose, una vez más, en el mecanismo de
escisión que, como vamos observando, se constituye en la base a partir
de la cual se estructuran otros procesos defensivos. Crean imágenes de
los otros absolutamente buenas o malas, poderosas y alejadas de la
realidad, exagerando patológicamente sus atributos y dotándolas de
facultades extraordinarias, con un significado importantísimo para el
paciente (a modo de idea sobrevalorada).
”Perciben a las otras
personas como brujas malvadas o como hadas madrinas, como santos o como
demonios. Cuando parece que estás satisfaciendo sus necesidades, te ven
como a un súper-héroe. Pero cuando perciben que les has fallado, te
conviertes en un malvado villano” (Mason & Kreger, 1998, p. 30).
Como nos señalan Mason
& Kreger, el cambio en la categoría de maravilloso a malísimo puede
depender de aspectos tan aparentemente triviales (un retraso en una
cita, un olvido, una sonrisa no producida en el momento preciso...) que
hunden al sujeto no-TLP en la mayor confusión, pues sienten que, como
titulan los autores antes mencionado su “Biblia de los no-TLP”, tienen
que andar sobre cáscaras de huevo porque cualquier pequeño desliz puede
hacer girar el tono de las cosas. Las idealizaciones y las devaluaciones
no son fijas, pudiendo cambiar una misma persona de rol en cuestión de
momentos, pasando de héroe a villano varias veces al día; el sujeto
límite puede sustituir el objeto de amor en cuanto comprueba que el
anterior es defectuoso para, de este modo, completar el ciclo de
ascensión/caída con otra persona.Estas personas pueden tener el mismo
tipo de sentimientos y percepciones que los demás, pero viven y sienten
de forma tan intensa, su grado de vulnerabilidad es tan alto, que todo
adquiere características desproporcionadas.
De esta manera los
sujetos con trastorno límite de la personalidad perciben el mundo
dividido en dos: una parte persecutoria llena de objetos peligrosos que
le pueden atacar y destruir (y abandonar), y otraparte poblada de
objetos buenos en los que poder refugiarse contra el ataque de “los
malos”.
OMNIPOTENCIA Y GRANDIOSIDAD
Hay ocasiones en las que
los sujetos límite necesitan defenderse de sus sentimientos de vacío,
devaluación y ruina poniendo en funcionamiento, a modo de formación
reactiva, estrategias de tipo hipomaníaco que intenten poner una
tapadera a sus emociones desoladoras.
Cuando, según el
mecanismo anterior, se ha producido una idealización, la persona
idealizada es tratada de una forma despiadada y posesiva; para
defenderse de los sentimientos de inseguridad, autocrítica e
inferioridad, los pacientes fronterizos muestran muchas veces tendencias
omnipotentes y grandiosas manifestadas como un firme convencimiento de
que tienen derecho a esperar de los demás gratificaciones y recompensas y
a ser tratados como personas privilegiadas y especiales. Incluso cuando
se sienten personas despreciables, siguen siendo especiales y grandes
en su “despreciabilidad”: son los más odiosos y las peores personas del
mundo, lo cual también es una forma de alimentar el narcisismo herido:
consiste en ser “lo más”, si no se puede ser el más feliz se puede ser
el más desgraciado, reclamando atenciónpor ello porque es su derecho.
PROYECCIÓN E IDENTIFICACIÓN PROYECTIVA
La esencia del mecanismo
de proyección radica en la expulsión fuera de sí de aspectos no
aceptados por el sujeto. Es un “poner fuera”, la persona niega sus
propias características no aceptadas atribuyéndoselas a otra persona. En
el sujeto límite, el defecto que ve en los demás es el mismo que no
puede ver en sí mismo. Cuando una persona con trastorno límite de la
personalidad nos ataca, está consumida por sus propias necesidades.
También puede estar desplazando la rabia hacia nosotros como resultado
de la frustración que sufrió en el pasado. Si intenta manipularnos, está
intentando controlar su propia vida, en realidad no la nuestra.
Otras veces la
proyección es una exageración de algo que tiene cierta base real: el
paciente siente que su pareja le odia cuando en realidad sólo está
enfadado. A modo de interpretación delirante light, a partir de
un detalle real (el enfado, mala cara o una respuesta algo brusca)
elabora una construcción ideativa irreal (me odia). A la expulsión de
elementos fuera de sí se le añade la tendencia a exagerar (estilo hiperbólico,
según Zanarini & Frankenburg, 1994), la hipersensibilidad, la
escisión o pensamiento del “todo o nada”, con lo cual el cuadro
situacional se completa.
La esperanza del
paciente límite es que proyectando los aspectos desagradables en otra
persona pueda sentirse mejor consigo mismo, lo que consigue por un
tiempo determinado. Pero al final el malestar regresa, iniciándose de
nuevo el proceso.
Otro propósito de este
mecanismo es el intento por parte del TLP de ocultar al otro que no es
perfecto lanzando una especie de cortina de humo, ya que si la persona
significativa se da cuenta de su poca valía podría abandonarle, temor
básico de todo sujeto TLP.
Proyectar las
características y sentimientos negativos en la otra persona es una forma
de mantener la atención dirigida fuera de sí mismo. “La mejor defensa
es un buen ataque”: antes de que me digas que me vas a abandonar te digo
yo que eres un insensible por no darte cuenta de cómo estoy.
Después de muchas
acusaciones y atribuciones de sentimientos y pensamientos procedentes
del sujeto borderline, la otra persona puede empezar a creerse todo
ello, comenzando a reaccionar y a comportarse de forma que convierte en
ciertas las acusaciones de la persona límite.
En esto consiste la
identificación proyectiva. Si alguien importante para nosotros
desvaloriza continuamente lo que sabemos o cómo hacemos las cosas,
acabaremos por creérnoslo. A veces se convierte en una especie de
profecía autocumplida: la persona fronteriza teme tanto que su pareja le
abandone que ontinuamente le está exigiendo demostraciones de amor
eterno y exclusividad, con ataques de celos cuando siente que le ha
traicionado. Al final los temores se confirman: su pareja le abandona
porque no puede soportar tales explosiones y tanta tensión. Así, los
temores del fronterizo se justifican y se confirman.
Aun siendo estos
mecanismos los tradicionalmente contemplados, hemos de repetir lo que
comentábamos al principio de esta exposición: aparte de como
procedimientos inconscientes puestos en marcha por el Yo, las defensas
deben ser consideradas también como un fenómeno generalizado en la vida
mental que juega un papel adaptativo. De esta forma, muchas conductas
pueden ser utilizadas para evitar efectos indeseables.
Pasemos revista,
siquiera brevemente, a otros procedimientos defensivos puestos en marcha
por las personas con trastorno límite de la personalidad ya que
síntomas básicos del trastorno (conductas autolesivas, aparente falta de
empatía, la insensibilidad o las tormentas afectivas) han de
considerarse como actuaciones con el propósito de defenderse de
sentimientos abrumadoramente displacenteros.
“PERSONALIDAD COMO SI”
En 1942 H. Deutsch describió la personalidad “como si” (as if)
para referirse a aquellas “personas con un trastorno severo de la
personalidad consistente en la creación ilusoria de una imagen de
compromiso y convicción sin una participación auténtica en las ideas y
sentimientos que se expresan. Son rasgos importantes la ausencia de
profundidad en la experiencia emocional y la tendencia imitativa” (Moore
& Fine, 1990, p. 303). Como una forma de defenderse de una
identidad poco construida, tienden a adoptar identidades falsas y
prestadas para no caer en un vacío interior. Se percibe en ellos una
falta de autenticidad, una tendencia a imitar ideas, conductas e,
incluso, opiniones de otras personas, apropiándose, así, de diferentes
personalidades según lo que cree que esperan de él/ella las personas con
las que esté en cada momento.
Esto refuerza su
intrínseca “difusión de la identidad” por no poder mantener un sentido
permanente y coherente de sí mismo. La relación con el mundo exterior
parece normal, demasiado normal, “hiperadaptada” (Cruz Roche, 1995),
pero sólo gracias a un esfuerzo imitativo y reproductivo,
identificándose con lo que los demás piensan y sienten. De esta manera,
el paciente borderline es alguien dependiente de los demás para
conseguir pistas de cómo comportarse, qué pensar y cómo ser; el estar
solos los deja sin un sentido de quiénes son. “Sin ti no soy nada” se
convierte en una traducción literal de su mundo interior y deja de ser
una apasionada frase de amor.
DESPERSONALIZACIÓN Y SÍNTOMAS DISOCIATIVOS
Pongámonos en la piel de
una persona con trastorno límite de la personalidad relativamente bien
adaptada, con un alto rendimiento intelectual y laboral y una red social
aceptable. Se le considera alguien amable y gentil, que siempre está
pendiente de ayudar a los demás. Pero, como buena TLP, cuando siente que
las cosas no funcionan, cuando siente que va a ser abandonada o se
siente despreciable, surge su “otro yo”, la otra personalidad hostil,
dominante, manipuladora, incluso cruel. Esto, que podríamos adscribir a
los trastornos disociativos descritos por el DSM-IV-TR, corresponde a
una alternancia de estados, a una defensa que aparece en situaciones de
estrés, ansiedad, nerviosismo extremo o en situaciones de desesperación.
No llegamos a hablar de “personalidad múltiple”, pero sí de la
coexistencia de varias formas de comportamiento aparentemente opuestas.
Esto, que podríamos
adscribir a los trastornos disociativos descritos por el DSM-IV-TR,
corresponde a una alternancia de estados, a una defensa que aparece en
situaciones de estrés, ansiedad, nerviosismo extremo o en situaciones de
desesperación. No llegamos a hablar de “personalidad múltiple”, pero sí
de la coexistencia de varias formas de comportamiento aparentemente
opuestas.
En cierta medida podemos
relacionar esta disociación con la negación de la que hablábamos
anteriormente, formando un conglomerado defensivo que se apoya
mutuamente. Nos referimos a que otro aspecto de la disociación puede ser
el que la persona niegue hechos realizado anteriormente, o sentimientos
expresados con anterioridad. Por ejemplo, una chica con trastorno
límite de la personalidad discute con su pareja y le amenaza con
cortarse las venas, matarse porque sin él su vida no tiene sentido, etc,
etc.
Al día siguiente el
episodio está olvidado y la paciente niega haber dicho o llevado a cabo
intentos autolesivos, interpretándose por parte del no-TLP como una
tomadura de pelo, que está mintiendo o que le intenta manipular.
Por otro lado, muchas
personas con trastorno límite de la personalidad describen la presencia
de sentirse observadores de sí mismos, de un sensación de extrañeza o de
estar viviendo un sueño. Están bajo un estado de despersonalización
que les posibilita distanciarse psíquicamente de la situación
perturbadora y hacer frente al malestar en determinados momentos. Es
como si el tomar distancia les permitiera adoptar una perspectiva más
objetiva, o sentir que aquello que está sucediendo y que le podría hacer
daño le está sucediendo a otro/a (como vemos, muy próximo a la
disociación). Este síntoma es particularmente frecuente en pacientes TLP
que tienen antecedentes de malos tratos o abusos sexuales, ya que ese
alejamiento ha sido la manera más eficaz que han podido poner en
funcionamiento para no ser destruido/a psíquicamente, perpetuando esa
estrategia en su vida posterior.
CAMBIOS DE HUMOR SELECTIVOS
Obviamente no todos los
cambios de humor en estos pacientes son de índole defensiva; no
olvidemos que la inestabilidad afectiva es uno de los ítems básicos para
el diagnóstico, siendo prototípica la “estable inestabilidad”
(Schmideberg, 1959) que muestran como rasgo de carácter. Nos referimos
aquí a las oscilaciones del humor con un propósito claro, a modo de
manipulación o coacción, a las situaciones en las que la persona aprende
que enfadándose o deprimiéndose las discusiones terminan, que si se
muestra débil y llorosa su pareja no sale y se queda con ella. No
estamos hablando aquí de un mecanismo de defensa inconsciente per se,
ya que seguramente empezó a llevar a cabo determinadas conductas o a
mostrar determinadas emociones para conseguir algo que no se le ocultaba
a la conciencia. Sin embargo, a fuerza de utilizarlo puede haberse
automatizado, incorporándose a su personalidad y haciéndose al menos
preconsciente, cercano a lo consciente pero sin llegar a serlo y, por
ello escapando al control inmediato.
RECHAZO DE LA MENTALIZACIÓN
Una tarea evolutiva que
todos los humanos hemos de llevar a cabo es aprender que los demás y
nosotros mismos tenemos una mente, que tenemos pensamientos, y que éstos
nos pueden llevar a actuar de una forma u otra. Cuando, por ejemplo, un
niño es sometido a malos tratos o a abusos desde edades muy tempranas,
la tarea de la mentalización se ve interrumpida o, al menos,
entorpecida: al niño le resulta imposible de asumir que su padre, su
madre, las personas que presumiblemente deben brindarle apoyo,
protección y amor, piensan cosas malas de él, quieren hacerle daño o les
resulta insoportable su presencia.
Para defenderse de esta
situación tan destructiva, rechazan pensar que los demás tienen una
mente y sienten cosas. Algunos padres pueden revelar inconscientemente
estados mentales como odio, ira, disgusto, que si son generales y
continuados constituyen abuso psicológico. El aspecto más perturbador
para el niño puede ser contemplar la crueldad o el odio que el objeto
significativo siente hacia él; por ello, el niño puede crecer con miedo a
comprender los estados mentales, repudiando toda conciencia de
sentimientos o intenciones y aislándose emocionalmente del ambiente.
Este rechazo de la mentalización
puede considerarse una medida defensiva ya que le permite salvar el
dolor psíquico intolerable. Pero el problema surge cuando esta medida se
generaliza y se perpetúa, llegando a la vida adulta. En este momento la
persona muestra una ausencia de preocupación por el otro que se puede
manifestar como crueldad que, en parte, sería una indicación de que el
funcionamiento borderline no contiene una convincente teoría del dolor
en la mente del objeto.
El egoísmo y
egocentrismo típico del TLP también puede entenderse como una falta de
conciencia de que los demás tienen pensamientos y sentimientos. Los
esquemas interpersonales de los pacientes borderline son notablemente
rígidos porque no son capaces de imaginar que el otro tenga una
construcción de la realidad diferente de la suya, pensando que su idea
de las cosas es la única válida y la única que existe. El sujeto ve el
resultado de una acción y eso se considera su explicación (Higgitt &
Fonagy, 1992)
Unido a esto, observamos
cómo los sujetos con trastorno límite de la personalidad adaptan los
hechos a los sentimientos: en general, las personas emocionalmente sanas
basan los sentimientos en hechos acaecidos y que resuenan en ellos
emocionalmente de determinada forma. Si a mí me pasa algo, me siento de
tal forma (si me toca la lotería me siento feliz, si pierdo el trabajo
me siento triste). Las personas con TLP pueden hacer lo contrario:
debido al maremágnum de sentimientos y a las emociones contradictorias,
cuando sus sentimientos no encajan con los hechos, inconscientemente
pueden revisar los hechos para que encajen con los sentimientos. Esa
puede ser una razón de por qué su percepción de los hechos puede llegar a
ser tan diferente de la nuestra ya que están adaptados a los
sentimientos del momento. Puede parecer que no se acuerdan bien de lo
que pasó, o que intentan engañarnos, pero, en realidad, necesitan dar
coherencia a lo que han sentido aunque ello sea a costa de transformar
la realidad.
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